Gestionar las relaciones entre el nuevo perro y los niños es vital para asegurar una buena convivencia. Es importante que los niños se impliquen totalmente en la educación del perro, igual que el resto de la familia.

Mordiscos no, ni jugando

Los adultos bajo ningún concepto bajaremos la guardia cuando el niño y el perro estén jugando. Los primeros meses no es conveniente que el niño y el perro se queden solos. No hay que permitir que el perro muerda, ni siquiera jugando, aunque no apriete. Ante esto, emitiremos un NO firme, nos daremos la vuelta y nos iremos ignorando al perro unos minutos. Aprovecharemos para hablar con el niño y decirle que no tiene que mover las manos alocadamente ante el perro y otros detalles que observemos que se puedan mejorar.

Ante cualquier situación que nos provoque desconfianza distraeremos al perro lanzándole algún juguete y daremos el juego por terminado.

No existe eso de la jerarquía en los perros, al menos no como lo tenemos entendido. Olvida todo lo que hayas oído, leído o pensado sobre este punto, da igual que salga en la tele, en la radio o en las tapas de los yogures. Está basado en un estudio sobre una manada de lobos en cautividad en los años 70 del que los mismos autores se han retractado (David Mech tiene mucha información sobre esto en Youtube).

Estar atento

Todas las interacciones entre niños y perros deben ser supervisadas, tan importante es que el perro se comporte con el niño como que el niño aprenda a interaccionar con el perro. Ante la minima señal de estrés o incomodidad del perro daremos por terminada la interaccion. Con ellos protegeremos al niño y al perro.

Usa siempre líneas de adiestramiento en positivo para enseñar al perro, evita cualquiera que utilice métodos punitivos, y no dudes en contactar con un buen profesional. Descarta a todos aquellos que hablen de dominancia o de someter al perro.

En la siguiente entrega: «Guía para adoptantes y acogidas V: Ansiedad por separación»